Nací
Nací del filo del machete
que corta el cañaveral.
Nací de la esperanza,
de la ilusión y del ensueño.
Nací del estruendo de un rayo,
del ancho camino.
Del agua de río
y de la sal de mar.
Hijo de mi madre, de Dios.
Shangó y Eleggua.
Oshún y Yemayá…¡Ashé!
Nací de un vientre con luz,
de una oración al cielo.
Nací del sudor, del trabajo,
de la sangre y las ansias
de libertad.
¡Nací de la tierra,
de la bandera que ondula
y de el caribe, el caimán!
Nací de los Márquez, los Fleites,
los Díaz y los Valdes.
Del Morro y el árbol de Toledo,
que abren caminos al germinar.
Nací de una lágrima blanca,
de una cuna sin padre.
Del pasado marchito
y de una verdad.
Nací del peso del aire
que se lleva en el pecho
y no deja respirar.
¡Nací del tallo de espinas
que protege la rosa,
del tronco de árbol
que se levanta
y de buena hoja!
Nací de una isla,
de la historia.
De Martí, Agüeybaná,
del areyto y de la pluma
que escribe la prosa.
Nací de tu olvido,
que, aunque lejano,
no está distante.
De un amor que se marchó,
pero que nunca ha partido.
Nací de la sabiduría con pelo blanco.
Caía pero me tomaba de la mano
para seguir andando.
Nací de la intranquila paciencia
de rebeldía y reverencia
y del respeto que llevo dentro.
Nací de la lluvia y de la arena,
de la sombra y de la estela,
que día a día
me van forjando.
Nací de la promesa de tu mirada.
Del calor de tu ser
mientras acariciaba tu espalda.
Nací de los sueños y del desvelo,
de una pasión
que, aunque me quema,
llevo dentro.
¡Nací de tu engaño,
de tus mentiras,
de la flor que sigue creciendo
pero en tu suelo está marchita!
Nací del auxilio y de la ayuda,
de las manos que entierran
el dolor y de la tortura.
¡De mi familia y mis consortes!
Nací de las manecillas del tiempo,
de las sábanas que me arropan.
Nací de la roca,
de la memoria del pasado,
en el fondo del río.
Nací del presente,
de un futuro inminente.
De ti, de otros, de los míos.